El próximo 30 de agosto se realizará una marcha, convocada por la organización civil Iluminemos México, con el objetivo de protestar por la violencia y la inseguridad en el país: una muestra de cohesión de un sector significativo de la sociedad.
“En el principio fue la acción”, diría el doctor Fausto de Goethe, refiriéndose a que el hombre haga de la acción un modo de vida y así genere colectividades. ¿Y qué motiva la solidaridad dentro de las sociedades?
El pensamiento liberal secular encuentra la respuesta en los principios de justicia, cuando éstos “han penetrado el denso entramado de los diferentes conceptos culturales”. Pero, ¿qué se entiende por justicia?; ¿hay un concepto universal de justicia?; aun siendo una noción seglar, ¿cuáles son las deudas que ésta tiene con un trasfondo religioso? Y de pregunta en pregunta nos podemos remontar al origen de la humanidad.
Con el fin de hacer una escala y reflexionar sobre los fundamentos éticos del Estado, invitados por la Academia Católica de Baviera, en 2004 el filósofo Jürgen Habermas y el teólogo (en ese entonces aún no Papa) Joseph Ratzinger dialogaron sobre qué tanto el orden social depende de lo religioso y acerca de las reacciones de las iglesias frente al predominio de un pensamiento postmetafísico (caracterizado, según Habermas, por la ausencia de un paradigma generalizante que dicte lo que es bueno y ejemplar) producto de la modernización.
Como si se tratara de un cómic en el que personajes de dos universos se conocen, la personificación de la fe católica y la encarnación del pensamiento liberal debaten para llegar a conclusiones semejantes: la secularización implica un proceso doble y complementario de aprendizaje frente a la religión.