Un vistazo al pasado para darle una vuelta de tuerca a tu historia, a fin de mostrar otra cara de los personajes. Recurso literario que en la mejor (y peor, psicológicamente hablando, debido a su trastorno bipolar) época de Virginia Woolf resultó novedoso (vanguardista): ir de atrás para adelante o dando saltos en el tiempo. Recurso apasionante cuando de explicar los orígenes de mentes perversas se trata… de advenedizos geniales en busca de dinero, reconocimiento y poder… a costa de todo y de todos, bueno, casi.
Ugo (así, sin “h”) Conti. Ugo Conti literalmente es un hijo de puta y no un príncipe italiano (¡Sócrates!, diría Macario Schettino, según el maestro Hugo Martínez Téllez, éste sí con “h”); se trata de un trepador que encuentra en
Por el Océano Pacífico, rumbo a Estados Unidos, al lado de su novia-víctima Liz Avrell (viuda de un pionero gringo en la creación de supermercados, o sea, millonarios), hace una escala en Acapulco, donde la crema y nata le organiza una fiesta en su honor. Ahí aprende que
Pero Ugo ni es tan profesional como cree serlo en su actividad —vieja igual que la nobleza misma— ni se llama Ugo —en realidad es tocayo de Mózart—. Ah, y no siempre fue un culero. De niño era otro pedo.
Para mañana habré terminado de leer Casi el paraíso, la historia de Ugo-Amadeo. Ya les contaré en qué termina. El autor es Luis Spota. Por cierto, hablando de hijos de puta, en alguna ocasión Salvador Novo le hizo un epigrama punzocortante a don Guicho, que va más o menos así: Luis Spota lleva en el apellido paterno la actividad materna. Ello lo oí de voz de Hugo, pero Gutiérrez Vega.
(Continuará)
2 comentarios:
Astorga, no cuentes el final y lo de Salvador Novo ya lo has contado antes (muchas veces). Como sea, gracias por la reseña.
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