jueves, 4 de diciembre de 2008

"La quintaesencia de un futuro feliz" o "Si Traven levantara la cabeza se daría con la tapa en las narices"


Casi al final de La virgen de los sicarios, de Fernando Vallejo, el protagonista le pide a su joven amante que en una servilleta escriba (en minúsculas) lo que espera y quiere de la vida. El ruego del muchacho son unos tennis Reebok, unas playeras Ocean Pacific's, ropa interior Calvin Klein, una moto Honda, una miniUzi y un refrigerado Whirlpool para su mamá. Después el niño asesino le pide al escritor maduro que haga lo mismo, que en una servilleta plasme lo que quiere en esta vida. Entonces, Fernando escribió "Wilmar", el nombre de aquel chavito del barrio La Francia, a quien en ese momento le bastaba un outfit para ser feliz.

Yo también escribiría el nombre de alguien si tuviera que pedir un deseo en un pedazo de papel de diez centímetros. Y, para aprovechar el espacio en blanco, añadiría: ...por sus benditos ojos del color del whisky.

Pero hace no mucho tiempo mi petición hubiera sido otra. Exactamente antes del primero de octubre hubiera solicitado a la servilleta de papel mágica únicamente un buen café, un riquísimo café. Y, como Macario, me hubiera largado lejos a degustar yo solo ese brebaje... porque Macario también tuvo una sola plegaria destinada a darle gusto a su sentido del gusto.

De origen escandinavo, con actitud gringa e influenciado por la revolución mexicana, Traven Croves Torvan fue un novelista misterioso que mantuvo su vida detrás del velo del seudónimo B. Traven. Por ahí de 1950, él imaginó a Macario, un leñador muy pobre "padre de once hijos andrajosos y hambrientos... Tenía, eso sí, desde hacía veinte años una sola ilusión. Y esta gran ilusión era la de poderse comer a solas, gozando de la paz en las profundidades del bosque y sin ser visto por sus hambrientos hijos, una pavo asado entero".






¿En qué momento se jodió el cine mexicano?






Y tuvieron la estúpida ocurrencia de llevar a la pantalla grande la singular aventura-desventura de un hombre humilde, hambriento, que al dar satisfacción al mayor deseo de su vida recibe poderes sobre la vida y la muerte... Y además tuvieron la idiotez de elegir a Ignacio López Tarso para personificarlo... ¡Joder!

Según la revista Somos, en su edición especial sobre las 100 mejores películas del cine mexicano (para revisar la lista y los nombres de algunas de las figuras que la armaron, den click aquí), Macario ocupa el lugar 59. Cabe mencionar que es la primera cinta mexicana en ser nominada al Óscar en la categoría de mejor película en lengua extranjera. ¡¿Por qué permitieron eso... acaso no se dieron cuenta de cómo le partieron la madre a uno de los mejores textos de Traven?!

Vaya manera de jugar a ser dioses. Emilio Carballido y Roberto Gavaldón hicieron a imagen y semejanza suya lo que en el libro es una gran creación.

El Macario de la dupla Carballido-Gavaldón es mestizo, con una complexión, si no de un hombre atlético, tampoco de alguien que "siempre se sentía próximo a morir de hambre"; obstinado y orgulloso, desesperado... y que necesita decir "ansina" o "ti quero" para dar a entender que se trata de un leñador. Si querían amolarlo bien, lo que se dice bien, le hubieran dado el papel a Pedro Infante y no a López Tarso.

En cambio, Pina Pellicer con su imagen de escuálida ninfa bien puede pasar por la esposa del leñador, por "La Mujer de los Ojos Tristes" (cierto, tampoco es el indigenismo andando, pero qué le vamos a hacer). Sin embargo, tenían que cagarla al volverla una india sobajada y ladina, una que roba para satisfacer a su hombre. ¿Estaban mal de la cabeza? Traven es muy claro sobre cómo fue adquirido el guajolote: "(la esposa) después de ahorrar sus centavitos durante tres largos años, que le parecieron una eternidad, pudo hacerse del pavo más gordo que encontró en la plaza". Nada de enaguas mal almidonadas, humillaciones, conquistadores malos y conquistados buenos... que se vuelven malos.

¿Y qué me dicen de los hijos de Macario? ¿Quién diablos hizo el casting en el Colegio Alemán? ¡Vale madres!...

Ah, claro, no podía faltar la cuota eclesiástica. El apóstata de Traven imaginó que Macario le negaría un pedazo de guajolote incluso al mismísmo Dios nuestro Señor (¡Ay ojete con su machete!). Pero entienda, mi litúrgico lector, que Gavaldón quería asegurar la proyección de su cinta en la mayoría de las salas cinematográficas de esta telenovelera República Mexicana, así que decidió que su Macario (pirata y chafa) se cuadrara ante el todopoderoso (claro que afloja el cuerpecito y al final le dice que sí, pero que se apure y le avise cuando esté por terminar).


Así las cosas, mi revisionista lector. Pero no todo es malo en la telenovela Carballido-Gavaldón... si no, cheque los soberbios claroscuros fotografiados por don Gabriel Figueroa.


1 comentario:

Cristóbal dijo...

Meconmovió el post de la servilleta y la evocación de La Virgen de los Sicarios. Un abrazo. Luego comento más.