viernes, 26 de octubre de 2007

Hado

Desde el lunes utilicé, para el messenger, el nick "Se fue a la chingada". Hay quien me preguntó si tenía relación con los cambios en El Universal, versión que asumí cierta. No obstante, la verdad es que me refería a un plan que ya no podré llevar a cabo... como el objetivo de Rugendas de llegar, en una fecha específica, a Buenos Aires.

¡¿No habías leído a César Aira?!, me preguntó el maestro Víctor Torres cuando le dije que llegó a mis manos Un episodio en la vida del pintor viajero, de un autor que, para ese entonces, desconocía: el buen Aira.

En ese libro el personaje es el artista alemán Johann Moritz Rugendas quien, como Humboldt (par de trolos... trolísimos), quedó maravillado con los ecosistemas de América. Vivió en varios países del cono sur y, por supuesto, en México. En carboncillo plasmó infinidad de situaciones de los nativos americanos y así contó historias. Parte de su obra permanece en el Palacio de Iturbide, en la calle Madero (mi favorita del Centro Histórico).





Aira elige narrar el viaje que el alemán realizó rumbo a Argentina, atravesando la cordillera en camino desde Chile, en 1837. Rugendas pensaba que sólo allí podría desarrollar al máximo su arte, debido al "vacío misterioso" de las pampas. Esta ilusión lo llevó hasta un destino dramático que lo marcó para toda su vida.

"La tormenta se manifestó de pronto con un grandioso relámpago que llenó todo el cielo, trazando una zigzagueante herradura. Tan bajo corrió que la cara alzada de Rugendas, congelada en un gesto de estupor idiota, se iluminó toda de blanco. Creyó sentir su calor siniestro en la piel, y las pupilas se contrajeron hasta casi desaparecer. El derrumbe imposible del trueno lo envolvió en millones de ondas. El caballo bajo sus piernas empezó a girar. No terminaba de hacerlo cuando le cayó un rayo en la cabeza."

Yo no podré llegar (por lo menos en un corto plazo), Rugendas no llegó (sólo en ese momento, pues, a pesar de los rayos [fueron dos los que le cayeron], cumplió su propósito) y mi vecino pronto estará allá (¿será París?, yo creo que sí).




Ahora estoy con La costurera y el viento, también de Aira, que me da claves para entender por qué César quiere tanto a su personaje Rugendas, al grado de que le perdona, no sólo su visión eurocentrista, sino el placer que le brinda presenciar una revuelta indígena (un malón), a pesar de las muertes que ello implica. Lo exime de toda culpa.

3 comentarios:

miss comet dijo...

ay sì¡¡ un cafè ¡¡ con este friò¡¡
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argentina me persigue y parìs tambièn.

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un rayo¡¡ un dìa estaba en mi tienda de campaña, 10 personas en una de 4(pero esa es otra historia), el chiste es que en medio de la tormenta sentì miedo, pero un miedo como sorprendente, porque de pronto un gran estruendo nos hizo ver todo rojo por unos instantes,el rayo cayò a poca distancia, desde entonces me emociona la fuerza de los rayos.

Pável dijo...

Sí, sí, lo mejor de los rayos es cuando vienen de las manos de Storm, ese fabuloso personaje de ficción de Marvel Comics, magníficamente interpretado por la buenérrima(y afroamericana, of course) Señora Berry.

Y lo peor de los rayos no es que te caigan en la cabeza, sino que el equipo futbolero Necaxa se haya adueñado de ese plural para abanderar a su raza de primitivos cheleros de domingo.

Rayo, bendito eres entre todos los equipos y bendito es el fruto de tu vientre abultado que descansa sobre el sofá. Amén.

Venecia de Septiembre dijo...

Qué tal un cafecito solos tú y yo en Madero antes de que me vaya a Italia otra vez! Hay un buen yy fiel café italiano allí. Qué dices?