martes, 29 de abril de 2008

Un búfalo para llevar comiendo

Este post pudo haberse titulado Quo Vadis (menuda cabeza digna de tarea de CCH, sí, de ésas que entregaba en la clase de Taller de Lectura y Redacción e Iniciasión a la Investigación Documental, chale, ¿en qué momento se jodió el nivel medio superior?), pero nel... ¿quién chingados sabe exactamente a dónde va?... que te pregunten eso es como cuando estás enojado y te consultan si lo estás.


Mejor la retrospectiva, ese recurso literario que le ha salvado el pellejo a muchos y, a otros, vencer al tiempo... para registrar un proceso que ha pasado inadvertido (desapercibido, dirían los correctores de Excélsior, de-sa-per-ci-bi-do), del cual no me doy cuenta hasta que dejo descansar mi labor de peganotas... me refiero al procedimiento de perder el miedo a perder... al cual le han cantado los de Fangoria... el que tiene la fórmula para ser un seductor, según Hemingway:




"Habían sido necesarias una ocasión extrañamente favorable para cazar y una precipitación súbita a la acción sin oportunidad para preocuparse anticipadamente para hacer que le sucediera a Macomber, pero sin importar cómo había ocurrido, lo cierto era que sin duda había ocurrido. Miren al sujeto ahora, pensó Wilson. Lo que pasa es que algunos siguen siendo niños por mucho tiempo. A veces toda su vida. Lucen como muchachos aunque tengan cincuenta años. El gran hombre-muchacho norteamericano. Gente condenadamente extraña. Pero ahora le gustaba este Macomber. Tipo condenadamente extraño.

"Probablemente también significaba el fin de las infidelidades. Bueno, esa sería una cosa condenadamente buena. Condenadamente buena. Probablemente el sujeto había estado asustado toda su vida. No se sabe qué lo empezó. Pero se había terminado. No había tenido tiempo de asustarse del búfalo. Eso y estar enojado también. El carro también. El carro se lo hizo familiar. Ahora era un maldito mercenario. En la guerra lo había visto ocurrir de la misma manera. Cambio más radical que cualquier pérdida de virginidad. El temor extirpado como en una operación. Otra cosa creció en su lugar. Lo más importante que tenía un hombre. Lo hizo hombre. La mujer lo sabía también. No más maldito temor."




¿Qué les puedo comentar? Ernest ya lo dijo todo... Francis Macomber comenzó a perder el miedo luego de haber matado a un búfalo... antes de llegar por la cabeza del león tuvo que sentir la adrenalina correr por su cuerpo, solucionar los imprevistos, perseguir... apuntar... disparar... debía crecer.



No obstante (empero, sin embargo, no le aunque), hay un proverbio somalí que dice que todo hombre valiente siempre se asusta tres veces con un león: la primera vez que ve su rastro, la primera vez que lo escucha rugir y la primera vez que lo enfrenta.







Hay algo que realmente detesto de este safari que es la vida... odio tener que dormir... se pierde tanto tiempo durmiendo y mucho más debido a las consecuencias de no hacerlo...



(Sí, soy víctima de la moda (¿o ya está demodé?) de incluir conversaciones (chats, you know?) del messenger en un blog)





Cristóbal: EL Viena y El 69 me han dado gratos momentos. dice:
jajaja

Cristóbal: EL Viena y El 69 me han dado gratos momentos. dice:
te pareces a El Emperador de Etiopía

Cristóbal: EL Viena y El 69 me han dado gratos momentos. dice:
odiaba dormir




1 comentario:

Pável dijo...

Si se trata de dormir, prefiero despertar...

Si usted fuese un gurú de la cultura pop sabría de dónde vienen esas líneas que inevitablemente se me treparon a la mente cuando leí este post.

Y ni se preocupe del asunto de la moda, porque como ya sabemos: La moda pasa de moda, el estilo permanece.