miércoles, 29 de agosto de 2007

"Es Long John Silver, papá"

Todavía se apendeja, pero mi computadora ya está más rápida, por lo menos corren bien los videos. Para festejarlo, les comparto la tercera entrevista, la más reciente (no la última), que me publicaron. De nueva cuenta, agradecimientos a quienes han sido mis principales críticos en estos lares: el Pavelo y el Cristóbalo. Va el texto:

Luis Miguel Aguilar publicó su primera reseña en 1975, en el suplemento La cultura en México de la revista Siempre!, y en ese entonces su hermano, diez años mayor, ya estaba trabajando en dicho proyecto. Con el fin de evitar la “lata” de ser comparado e incluso identificado como “el hermano de Héctor”, a Luis Miguel le bastó firmar su trabajo únicamente con el primer apellido, sólo Aguilar, sin el Camín. Así que no se vaya a pensar que no tiene madre, para nada, pues a ella le dedica una parte considerable de sus obras, como muestra está la más reciente, Pláticas de familia. Poemas y prosa.

El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde
“He sido hijo, he sido padre y, de algún modo, en Pláticas de familia están reflejados los diferentes modos de vivir esto. Se puede leer texto por texto (versos y prosas), pero también se puede leer con el sentido de un final, es decir, hay un principio y un seguimiento que va entrecruzando esas historias de familia”.

A pesar de identificar los roles que en la vida le ha tocado desempeñar, Aguilar confiesa que lleva cincuenta años tratando de averiguar quién es y, aun cuando encuentra pistas en lo que hace y le gusta hacer, o sea, escribir poemas, no se considera aún un poeta.

“El ciclo del poeta sólo te llega con la muerte, entonces, puedo decir que más bien soy un redactor de versos, empecé escribiendo versos y espero que lo último que haga sea también eso. He hecho también ensayos, sketches, relatos, crónicas, pero, si me preguntan, soy un redactor de versos, ya que no puedo decir que soy un poeta”.

Otra brújula para definir a Luis Miguel Aguilar la encontramos en una frase de Alberto Manguel, “somos lo que leemos”.

Uno de los primeros referentes a los que Pláticas de familia nos remite es a la obra de Robert Louis Stevenson, pues en ella la muerte de los personajes paternos no sólo simboliza un banderazo de salida, sino que resulta una manera de proyectar los deseos frustrados de cometer un parricidio.

“Yo tenía tres años de edad cuando mi padre nos dejó y casi cuarenta años después volvió a aparecer, esto me trajo muchísimos sentimientos encontrados, de odio, de amor, de rencor. Sin embargo, mi madre nunca comalizó el asunto, nunca nos juanpreciadizó.

“Stevenson mataba a su padre por haberlo tenido en exceso; yo lo mataba por haberlo tenido exiguamente”.

La isla del tesoro
Además de las experiencias que han servido de materia prima en la elaboración de su obra, Aguilar se detiene a reflexionar sobre el papel que desempeñan “las musas” (la inspiración) y “la hora-nalga” (la práctica) en el trabajo literario, para el cual “hay quien dice que se requiere 5% de inspiración y 95% de transpiración. Considero que es 50 y 50, pero se debe aclarar que son dos momentos, uno en el que te sientas a escribir y otro con el fin de corregir”.

En esta búsqueda del tesoro, cree determinante el factor tiempo, el que sirve para dejar reposar los textos, pues, cuando se retoman, pueden ser reforzados gracias a las experiencias adquiridas durante ese lapso de espera. Este es el momento de la corrección, para detectar esas muletillas que todos tenemos, no sólo orales.

“Yo utilizo mucho la palabra curioso, entonces, el tiempo me va a permitir corregir las estridencias. Pero no siempre hay que limpiarlo todo, también es importante que una que otra muletilla quede ahí, pues te dan un toque de autor, que el lector identifica”.

Además de una suma de musas, tiempo y hora-nalga, la aventura de escribir y llegar a la isla del tesoro que es publicar implica “enseñar nalga, atreverse, para que el lector diga: este cuate se atrevió a lo que yo no, a mí se me había ocurrido esto que ahora leo, pero que no me atreví a mostrar, porque pensé que era banal o cursi o demasiado personal”.

La resaca
Se ha dicho que Stevenson probablemente escribió El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde bajo el influjo del hongo cornezuelo, con el cual se obtiene el LSD. ¿Luis Miguel Aguilar se cree este cuento?

“Soy un bebedor fuerte, pero nadie puede escribir con intoxicación alcohólica o de alguna droga. Quizá la experiencia después sirva, pues algunas sustancias te abren puertas, pero en ese momento no, pues escribir exige estar seco y perfectamente sobrio”.

El diablo de la botella
“Aquello que cuenta la literatura puede tratar de todo; pero el final, sugirió Italo Calvino, todo en literatura se trata o de la vida o de la muerte. Los poemas y prosas que integran estas Pláticas de familia se ocupan de ambos asuntos, quizá sin delimitaciones exactas”.

Luis Miguel Aguilar es el personaje de su prosa, “bajo una dirección” justificada. Él recibió una educación religiosa, estudió con jesuitas hasta la secundaria. Determinante, dice que cree en la vida y en la muerte, a través de la literatura. Así, con la premisa implícita de: “para vivir, hay que morir”, nos comparte la experiencia de tener un pie en Quintana Roo y otra en la colonia Condesa, nos lleva a pescar marlin azul y, después, a leer Historia de la decadencia y ruina del imperio romano, de E. Gibbon, en una fiesta infantil dentro de un McDonald’s. Bienvenido a la familia.


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