En 1927, Ernest Hemingway publicó el cuento The killers, uno de los ejemplos más acabados de lo que Tatie quería explicar con la metáfora de la punta del iceberg ("una pequeña prominencia visible que deja entrever en su brillantez relampagueante toda la compleja masa anecdótica sobre la que reposa y que ha sido birlada al lector", según explica Mario Vargas Llosa). Oraciones sin desperdicio, economía narrativa al máximo... va al grano y no, pues el truco consiste en mantener en ascuas al lector.
Esto que algunos llaman minimalismo literario es producto de varias horas-nalga de escritura, pero, sobre todo, de relectura. Una coma mal puesta, una sintaxis laxa, muletillas, es lo que, entre otras cosas, se detecta después de dejar reposar los textos y retomarlos. Less is more, como dicen los gringos.
Por cierto, ¿sabían que el destino de Ole Andreson era ahorcarse?
P.D. ¿Qué onda con el siguiente gag tan blanco sobre un hermano negro, digno de El príncipe del rap? (Nota aclaratoria: el cocinero es un hombre de color):
Nick caminó por la vereda a oscuras hasta la luz de la esquina, y luego por la calle hasta el restaurante. George estaba adentro, detrás del mostrador.
-¿Viste a Ole?
-Sí -respondió Nick-. Está en su cuarto y no va a salir.
El cocinero, al oír la voz de Nick, abrió la puerta desde la cocina.
-No pienso escuchar nada -dijo y volvió a cerrar la puerta de la cocina.
-¿Le contaste lo que pasó? -preguntó George.
-Sí. Le conté pero él ya sabe de qué se trata.
No obstante, ¡viva el Rey oso!
No hay comentarios:
Publicar un comentario