viernes, 7 de septiembre de 2007

Carpe diem quam minimum credula postero (Primicia)



Podrán ver publicada la siguiente minireseña el próximo domingo en la sección Comunidad, de Excélsior:



Mamá, saca las tijeras, porque en Excélsior me van a publicar otra reseña… y, después de juntar varios recortes de mis textos, pienso hacer un libro con ellos, como lo hizo Antonio Gamoneda en El cuerpo de los símbolos.
Gamoneda lo advierte desde un principio: las ocurrencias recurrentes —como él le llama a sus reflexiones— que en esta obra reúne son, en la mayoría de los casos, a partir de su producción literaria. Entonces, si al lector no le interesa el acercamiento hacia la definición que de arte ofrece el autor (cuya didáctica es certera), puede encontrar un ejercicio lúdico al contar las veces que la primera persona del singular (tácita, de lo contrario sería un descaro) aparece en el libro.
El cachondeo de Antonio Gamoneda en definitiva fomenta el ocio creativo que le ha dado forma a la civilización como la conocemos ahora. Por ejemplo, logró explicarme cuál es la razón por la que, en esta etapa de mi vida, París era un fiesta, de Hemingway, es uno de mis libros preferidos (claro, con miras a llegar a este punto tuve que chutarme las consideraciones que tiene para el término "preferir"). ¿Acaso la poesía es un género literario o decir que algo es novela resulta un mero pretexto para vender? ¿Qué diablos es una taja? Son este tipo de preguntas trascendentales las que le dan sentido a la vida y las que abundan en El cuerpo de los símbolos.
Partiendo de la idea de que los símbolos son una realidad por sí mismos, ergo requieren un cuerpo del cual asirse. Lector, lectora, disfrute el desfile de los cuerpos, carpe diem con Gamoneda.

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